dominicos
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“El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”
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El discípulo de Jesús ha de seguir sus pasos. Es así como va aprendiendo a discernir las huellas de su presencia en el camino de la vida y a comprometerse en el servicio desinteresado a los hermanos. Conlleva en ocasiones dolorosas renuncias personales, y en todo momento una entrega generosa e ineludible, sin distracciones, con los que constituyen el punto de mira del evangelio: el “niño”, presencia simbólica de los más vulnerables e indefensos.
¿Seguimiento arduo y difícil? Sí, por no decir imposible, cuando la persona llamada se deja arrastrar por falsos sueños de superioridad que la aíslan de los demás y la enclaustran en la amarga servidumbre de la envidia y la ambición. No tanto, cuando “la sabiduría que procede de lo alto” orienta, impulsa e impregna de sencillez evangélica sus motivaciones más hondas y cada una de sus acciones. Quien acoge consciente y solidariamente a un “niño”, sin restricciones ni limitaciones, acoge al mismo Jesús como enviado de Dios.
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Primera Lectura
Lectura del Libro de la Sabiduría 2, 17-20
Se dijeron los impíos: Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: Se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará, y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal. 53, 53, 3-4. 5. 6 y 8 R: El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras.
Porque unos insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me persiguen a muerte sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre que es bueno.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del Apóstol Santiago 3, 16–4, 3
Hermanos: Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia. ¿De dónde salen las luchas y los conflictos entre vosotros? ¿No es acaso de los deseos de placer que combaten en vuestro cuerpo? Codiciáis lo que no podéis tener; y acabáis asesinando. Ambicionáis algo y no podéis alcanzarlo; así que lucháis y peleáis. No lo alcanzáis, porque no lo pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para derrocharlo en placeres.
Palabra de Dios.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: –El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: –¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: –Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: –El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
Palabra del Señor. |
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