Introducción
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El impacto de Jesús resucitado en la vida de sus discípulos fue y es enorme. Su mensaje, su vida, muerte y resurrección son buena noticia. Cuando las comunidades se encuentran con la Palabra del evangelio, nacen y crecen en la fe, están introduciendo allí la felicidad y haciendo realidad el sueño de Dios.
También hoy necesitamos el encuentro personal con Jesús resucitado, una fe personalizada, poniendo nuestro corazón a su lado y fiándonos de él, dejando a un lado la pura religiosidad. Él nos regala interiormente su paz, su alegría, pues “por fuera” no hay pruebas su resurrección. Cuando nos acompaña su Palabra nuestro encuentro con los demás es constructor de acogida, fraternidad, solidaridad y perdón. Esto ni se improvisa ni se puede prestar, todo lo más, y es bueno, se puede compartir. No nos acercaremos a Jesús por mucho que nos digan, sino lo vivimos como algo nuestro. Ser cristiano no es vivir buscando espontáneamente una respuesta a las necesidades religiosas, como adeptos a una institución cumpliendo más o menos lo establecido, sino ser discípulos y seguidores de Jesús, que nos identificamos con su proyecto del reino. Ni es vivir la fe estructurada desde lo doctrinal, moral y sacramental, (fe de segunda mano) sino desde el encuentro personal con él. Necesitamos el encuentro con Jesús para purificar la fe cerrada, acabada, fanática; la fe infantil porque así se nos ha enseñado y basta; la fe que está de vuelta, pues ya nada tiene sentido, ni hay nada qué esperar; la fe vivida como una propiedad que tengo para siempre sin posibilidades ni de desarrollar, ni de cambiar.
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Lecturas
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Primera Lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 3, 12-15. 17-19
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: –Israelitas, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiésemos hecho andar a éste por nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.Palabra de Dios.
Salmo
Sal. 4,2. 4. 7. 9 R: Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro.
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío, tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mi y escucha mi oración.
Sabedlo: El Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros ?
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 2, 1-5a
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Palabra de Dios.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en el partir el pan. Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: –Paz a vosotros. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: –¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: –¿Tenéis ahí algo que comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: –Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mi, tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: –Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Palabra del Señor.
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