Un grupo de Laicos
Dominicos en compañía de la hermana Zulay Luján viajarán por Misión a la ciudad
de San Juan de los Morros, Estado Guárico del 19 al 21 de Febrero para llevar
Palabra de Dios a nuestros hermanos San Juaneros.
Pidámosle al Señor que llene de su espíritu Santo a todos los que asistirán a
este retiro; también pedimos por los predicadores para que Dios envíe sobre
ellos su espíritu Santo y nuestra Virgen del Rosario los cubra con su manto. Favor
rezar el Santo Rosario durante estos 3 días de retiro.
Los tópicos a desarrollar:
Tema 1: Dios me Ama
Tema 2: Dios nos creó para
coexistir con El
Tema 3: El mensaje de
Benedicto XVI para la cuaresma
Tema 1:
Dios Me Ama
Uno de los versículos centrales de la Biblia y por ende
base de la fe cristiana, es Juan 3.16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda,
más tenga vida eterna”. Esta es una preciosa afirmación hecha por el Apóstol
Juan y revela la razón de Dios Padre al enviar a su Hijo por nosotros.
Hoy reconozco que muchas
veces al leer este versículo no capté la magnitud del mensaje, no capté su
esencia. Hasta que ví que entre las letras que conforman la palabra mundo se
escondía mi nombre. Fue ahí que entendí que el amor que llevó a Dios Padre a
enviar a su Hijo unigénito es un amor personal.
Bien podríamos escribir el
versículo de esta manera “Porque de tal manera me amó Dios, que dio a su Hijo
unigénito, para que creyendo en El, no me pierda, mas tenga vida eterna”
“...me amó Dios.” Pero
¿Cómo es eso que Dios me ama? Y ¿Por qué? No es fácil responder a estas
preguntas, pero podríamos empezar por aceptar la inmutable verdad de que Dios
nos ama. Dios nos ama a cada uno de nosotros, pero no de manera general sino de
manera individual. Si! Dios te ama, lo creas o no. Es fácil decir esto pero es
difícil asimilarlo, sin embargo todos relacionamos a Dios con el amor. Decimos
“Dios es amor” y razón tenemos, pues esta es una de las características de
Dios. El amor de Dios no tiene un motivo o una razón específica, no tiene un
principio determinado, no puede ser influenciado, no te lo puedes ganar, no
tiene fin, simplemente es. Dios te ama.
Muy a pesar de esta
realidad nos enfrentamos a menudo con la duda, con la idea de que tal vez Dios
no me ama. O tal vez estamos completamente seguros de que Dios nos ama y sin
embargo algo nos roba la seguridad que tal afirmación tiene. Puede que una
parte de nosotros no esté tan segura y nos esté impidiendo disfrutar plenamente
lo que significa saberse amado por Dios.
¿Cuál fue el motivo que
llevó a Dios a idear un plan de salvación para ti? Un plan en el cual utilizó
una cantidad incontable de personas, entre ellos profetas, reyes y pescadores,
hombres y mujeres. Un plan el cual aún es predicado hoy en día (y gracias a
Dios por esto), un plan por el cual muchos murieron por atreverse a proclamar.
No hay demostración más
grande de amor que el de aquel que da su vida por sus amigos (Juan 15.13). Jesús
dejó su trono, bajó a la tierra, habitó entre nosotros y dió su vida para
reconciliarnos con Dios (Filipenses 2.5-8). Esta
es pues la confirmación del amor de tu Padre Celestial. Dios ha dado todo por
ti, hasta a su único Hijo y nada hay que El no haría por ti (Romanos 8.31-32).
¿Amas a Dios?, estoy seguro
que tu respuesta instantánea es un rotundo: “SI”, pero amar va más allá de una
sola palabra o un sentimiento, es una decisión, una decisión que me tiene que
llevar a buscarlo y a tratarlo de agradar.
El amar a Dios se demuestra
con la forma en que vivimos, si digo amar a Dios también debo amar a los que me
rodean, tanto los que me hacen bien como a los que no, si digo amar a Dios debe
decir no al pecado cuando este se me presente, si digo amar a Dios lo
primordial en mi vida tiene que ser Él antes de cualquier otra cosa o persona.
El amor hacia Dios se
demuestra con acciones, no hay otra forma de demostrar cuanto lo amamos que poniéndonos
manos a la obra y vivir una vida agradable a Él.
Es hora de demostrar el
amor que decimos tener hacia Dios, ¿Cómo?, viviendo una vida cristiana
práctica, no solo usar la teoría sino que poner en practica esa teoría que
sabemos, ya no vale solo con decir que amamos a Dios y vivir una vida de
pecado, Dios en su lugar prefiere que no digas nada y que demuestres cuanto lo
amas con tu diario vivir.
ORACIÓN
POR LA SANACIÓN DE NUESTRA AUTOESTIMA Y NUESTRA AUTOIMAGEN
Padre Santo, en el nombre
de Jesús, INVOCO TU MISERICORDIA y me dirijo a Ti para que me toques y me des
una buena y justa imagen de mí mismo y una verdadera autoestima en Cristo
Jesús.
SEÑOR TEN MISERICORDIA DE
MÍ
Señor, me he sentido
indigno, inapropiado, inferior; me he sentido feo, tímido, patoso o que no hago
nada bien. Me han criticado y llamado apodos que no me gustaron y me han hecho
sufrir; me siento inseguro y no amado.
SEÑOR TEN MISERICORDIA DE
MÍ
Señor Jesús, llévate mis
sentimientos de fracaso, de vergüenza, decepción, culpabilidad, timidez, ira o
enfado. Te pido que me liberes de estos sentimientos y emociones que me han
mantenido en la esclavitud y me han apartado de vivir una vida plena como
varón/mujer.
SEÑOR TEN MISERICORDIA DE
MÍ
Amado Señor, hazme saber
cuánto me amas y que soy la niña de tus ojos. Me dirijo a Ti, para que sepan
que Tú has muerto en la Cruz, no sólo por mis pecados, sino también por mis
profundas heridas emocionales y mis recuerdos dolorosos.
SEÑOR TEN MISERICORDIA DE
MÍ
Te Ruego Señor, que sanes
todo lo herido y roto que hay en mí persona. Ayúdame a amarme, a aceptar tú
perdón, a perdonarme a y perdonar a todos aquellos que me hayan causado
injusticias: padre, madre, hermanos, tíos, abuelos, primos y demás parientes,
profesores, sacerdotes, compañeros de trabajo, jefes, vecinos y amigos.
Cualquiera Señor que no me haya mirado
con cariño y me haya rechazado consciente o inconscientemente.
SEÑOR TEN MISERICORDIA DE
MÍ
Jesús llena el vacío de mi
vida. Y dame el amor y la seguridad que no he recibido. Dame confianza, alegría
y energía nuevas para que pueda hacer todas las cosas a través tuyo.
SEÑOR TEN MISERICORDIA DE
MÍ
Señor devuélveme una buena
imagen de sí mismo, aquella con la que yo fui concebido/a como varón/mujer y
que pueda verme como Tú me ves: especial, único, digno, hermoso, para que yo
llegue a ser la persona que Tú creaste y
quieres que sea. Por Jesucristo Nuestro Señor, Amén
(Cfr. Robert DeGrandis)
Tema 2:
Dios nos creó para coexistir con El
ORACIONES
PARA PEDIR SEGURIDAD Y PROTECCIÓN DIVINA
Me cubro, cubro a mi
familia y a mis posesiones con la sangre de Jesús.
Que el fuego de Dios rodee
y proteja mi vida de toda destrucción.
Que los ángeles del Señor
acampen a mi alrededor y me protejan (Salmos 34:7).
Que tu gloria sea mi
armadura y que proteja mi espalda y retaguardia.
Levántame y estaré seguro
(Salmos 119:117).
El nombre de Jesús es torre
fuerte, corro a ella y estoy seguro (Proverbios 18:10).
Señor, tú me haces habitar
en seguridad (Salmos 4:8).
Protégeme de los opresores
(Salmos 12:5).
Permíteme habitar con
seguridad en mi tierra (Levítico 26:5).
Guíame con seguridad y no
tendré temor; que el mar cubra a mis enemigos (Salmos 78:53).
Permíteme recostarme y
descansar con seguridad (Job 11:18; Isaías 14:30).
Vaya habitar en seguridad,
no temeré a nada (Ezequiel 34:28).
Guárdame como la niña de
tus ojos y escóndeme bajo la sombra de tus alas (Salmos 17:8).
Estaré seguro bajo la
cubierta de tus alas (Salmos 61:4).
Confiaré en la sombra de
tus alas (Salmos 57:1).
Sé mi refugio de la lluvia
y la tormenta (Isaías 4:6).
Sé mi refugio del viento y
la tempestad (Isaías 32:2).
Pon mi cabeza a cubierto en
el día de la batalla (Salmos 140m.
Cúbreme en la sombra de tu
mano (Isaías 51:16).
Cúbreme con tus plumas
(Salmos 91:4).
Sé mi refugio y mi
fortaleza (Salmos 59:16).
Defiéndeme y libérame
(Isaías 31:5).
Que tu gloria sea mi
defensa (Isaías 4:5).
Ponme a salvo de quienes se
levanten en contra de mí (Salmos 59:1).
Señor, tú eres mi escudo y
mi refugio (Salmos 119:114).
Señor rodéame con tu escudo
de protección (Salmos 5:12).
Derríbalos, oh Señor, mi
escudo (Salmos 59:11).
Que tu verdad sea mi escudo
(Salmos 91:4).
Señor, tú eres mi sol y mi
escudo (Salmos 84:11).
Señor, tú eres mi escudo y
mi galardón será sobremanera grande (Génesis 15:1).
No temeré a diez mil que se
hayan levantado en contra mía, porque tú eres mi escudo (Salmos 3:1-6).
Eres una torre fuerte en
contra del enemigo (Salmos 61:3).
Dios nos creó para estar
con El
El Señor Dios gastó toda la
eternidad para tener un paraíso para cada uno de nosotros.
Casi me animaría a decir
que la felicidad de Dios depende de que nosotros realicemos el proyecto para el
cual nos creó. Al menos se siente profundamente dolorido cuando fracasa, cuando
lo defraudamos.
Sólo nosotros somos capaces
de anularla cuando nos apartamos de Dios y ya no nos preocupamos de su proyecto
sino por los nuestros, pon nuestros sueños personales.
Cuando el Señor Dios me ve,
no se queda quieto. De hecho Dios nunca está quieto. Él viene creando desde
toda la eternidad. Es su forma de descansar.
Para que se cumpla en
nosotros su voluntad, se dedica a preparar todo lo que vamos a necesitar en
nuestra vida, a fin de que su esperanza no quede frustrada. Se dedica a
enriquecer la geografía donde vamos a nacer, y aquella otra a la que seremos
trasplantados.
Nosotros no tenemos ni
siquiera una idea de todo el cariño que pone Dios en preparar lo nuestro. El
mismo arregla, limpia y dispone la tierra donde nos tocará sembrar nuestro sí.
Porque es lo único que el
Señor no ha querido hacer por sí mismo: decir el sí que nos toca a nosotros.
Ese sí que en definitiva es también regalo de Él, pero que desea vernos sembrar
a nosotros.
Si estudiamos la Biblia
cuidadosamente nos daremos cuenta de la gran importancia que Dios le da a la
obediencia. Él ha establecido un orden en la naturaleza y exige que se respete.
Una de las características de los ángeles es que obedecen a Dios a la
perfección, y cuando algunos de ellos se atrevieron a rebelarse, fueron
destituidos. Cuando el hombre y la mujer que Dios había creado a su imagen y
semejanza y los había ubicado en el mejor lugar porque los amaba,
desobedecieron, fueron sacados del
huerto porque le desobedecieron.
Si nosotros queremos contar con la
aprobación y bendición de Dios, tenemos que aprender a ser obedientes y a
respetar a nuestras autoridades. Tal vez no sea algo que se dé naturalmente en
nosotros pero debemos aprenderlo y practicarlo
Hoy, el diablo sabe que su
tiempo es corto y, “como león rugiente anda alrededor buscando a quien
devorar.” El problema de nosotros los cristianos, es que no reconocemos esto y
tenemos la actitud de que la batalla que peleamos es con nuestros semejantes.
Efesios 6:12, claramente
nos dice que nuestra lucha no es con nuestro prójimo, sino con poderes
espirituales que están empeñados en destruir cada familia y cada persona que
quiere seguir a Jesús. En los versículos siguientes del mismo capítulo de
Efesios, hay evidencia de la terrible lucha y se nos instruye a que utilicemos
la armadura de DIOS, para estar protegidos contra los ataques de las rugientes
fuerzas demoníacas.
Muchos padres no comprenden
por qué sus familias se están destruyendo, por qué sus hijos se rebelan, por
qué sus matrimonios terminan en divorcio, e impera el caos. Niños y
adolescentes no comprenden por qué sus padres, aun siendo cristianos terminan
divorciándose. La Iglesia no salen de su asombro al ver que el porcentaje de
divorcios entre los catolicos, está al mismo nivel que el del mundo secular. El
odio, la ira, y la violencia, prevalecen de tal forma que llenan las revistas
de noticias con artículos sobre estos tópicos.
Es esencial para nosotros
entender que Satanás anda suelto, y está llevando un intenso ataque contra
nosotros. Al continuar ignorándolo estamos poniendo en riesgo la salvación de
nuestras almas. Es debido a esta Ceguera e ignorancia voluntaria que el enemigo
ha obtenido tanta influencia y control en la vida de los cristianos.
“El creyente que se
mantiene en la ignorancia acerca de la persona de Satanás y su trabajo, comete
un grave error. Si seguimos manteniendo al enemigo, envuelto en un manto de
misterio, cuyo terrible poder tenemos que enfrentar constantemente en batalla,
estaremos en desventaja.
Consideremos algunas de las
señales que nos indican las huellas del enemigo en nuestras vidas. Esta es una
guerra directa y debemos tomarlas muy en serio.
• Luchas en el hogar:
conflictos entre los esposos y entre padres e hijos.
• Rebelión: adolescentes
que se rebelan contra la autoridad paternal. Falta de interés en asuntos espirituales,
y en algunos casos burla en contra de los principios cristianos.
• Ausencia de disciplina en
el hogar: si no existe disciplina basada en sólidos principios bíblicos, el
diablo y sus espíritus malignos reinarán en el mismo.
• Ira: sorpresivos
estallidos de ira en el hombre o la mujer, arranques de ira en niños pequeños.
• Actividades no apropiadas
y objetos no apropiados en el hogar: música inapropiada, juegos satánicos como
la tabla de Guija, programas de televisión no apropiados, juegos de videos
diabólicos, uso de drogas, juguetes que presentan la apariencia del mal de
manera aceptable y aun los juegos de mesa que hacen parecer inocente lo que es
impío.
• Apariencia Personal:
apariencia inmodesta y provocativa. Ropa indecorosa que despierta impulsos
perversos. Estilos absurdos de peinados con colores exagerados y llamativos;
estilos de vestir que hacen ver a las personas (que son creadas a la imagen y
semejanza de Dios) no atractivas y ridículas.
• Amargura: sentimientos de
amargura contra la pareja, los hijos o los padres, contra algún miembro de la
iglesia o de la comunidad.
• Depresión aguda o
pensamientos de suicidio: esto prevalece en la vida de muchos jóvenes de hoy,
un sentimiento de desesperanza.
• Infidelidad en el
Matrimonio: hoy en día Satanás está tentando fuertemente a hombres y mujeres a
ser infieles a sus conyugues.
• Ataques físicos: Job 2:7
es un ejemplo de cómo el enemigo puede atacarnos físicamente. En Mateo 12:22
leemos acerca del hombre sordo y ciego por un demonio. En Marcos 9:17-19 hay la
historia del niño que tuvo ataques convulsivos causados por un demonio.
Pero creemos que las personas ceden a
tentaciones del enemigo y que se entregan a apetitos y placeres que terminan
provocándoles todo tipo de problemas físicos.
• Abuso verbal y abuso
físico: lenguaje expresado en voz alta utilizando palabras vulgares y abuso
físico en contra de algún miembro de la familia.
• Actividad sexual antes de
casarse: aun entre los jóvenes y adultos el enemigo quiere pervertir una de las
cosas más hermosas que Dios ha provisto dentro de la relación matrimonial.*
• Temores y ataques de
pánico: los ataques de pánico son un problema muy común hoy en día. Existen
miles de diferentes fobias y temores, los cuales el enemigo utiliza para
mantener cautivos a los cristianos. Una de sus armas favoritas es la de
mantener a las personas atemorizadas con respecto a su persona (Satanás). De
esta manera evita que las mismas lo reprendan en el Nombre de Jesús.
• Lujuria: utilizar
cualquier tipo de fantasía, pornografía y masturbación.*
Solo se necesita uno
Es interesante observar,
que en la mayoría de los casos, solo se necesita una persona en el círculo
familiar que permita al enemigo influir en el, para destruir el núcleo de la
familia. Para poder salvar a nuestros hogares necesitamos discernir estas malas
influencias y convertirnos en soldados de Jesús.
Oración:
ORACION
DE PERDON
(SIN reparar NO se rompen las cadenas):
(SIN reparar NO se rompen las cadenas):
En el Nombre de nuestro
Señor Jesucristo, yo (diga su nombre completo),te pido PERDON Santísima
Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, con toda mi mente, con todo mi corazón,
con todas mis fuerzas, con todos mis deseos, con toda mi conciencia; con mi
voluntad en TU VOLUNTAD, por mi y por todo mi linaje paterno y materno, por
TODOS LOS PECADOS QUE FUERON COMETIDOS, en el tiempo ANCESTRAL, con todos sus
vínculos, influencias y consecuencias, y te pido que por favor nunca más se vuelva
a dar en mi linaje. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo (diga su nombre completo),te pido PERDON Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, con toda mi mente, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con todos mis deseos, con toda mi conciencia; con mi voluntad en TU VOLUNTAD, por mi y por todo mi linaje paterno y materno, por TODOS LOS PECADOS QUE FUERON COMETIDOS, en el tiempo PASADO, PRESENTE y FUTURO, con todos sus vínculos, influencias y consecuencias, y te pido que por favor nunca más se vuelva a dar en mi linaje. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo (diga su nombre completo),te pido PERDON Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, con toda mi mente, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con todos mis deseos, con toda mi conciencia; con mi voluntad en TU VOLUNTAD, por mi y por todo mi linaje paterno y materno, por TODOS LOS PECADOS QUE FUERON COMETIDOS, en el tiempo PASADO, PRESENTE y FUTURO, con todos sus vínculos, influencias y consecuencias, y te pido que por favor nunca más se vuelva a dar en mi linaje. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
GUERRA
ESPIRITUAL
Padre Celestial, te amo, te
alabo y te adoro. Te doy gracias por enviar a Tu Hijo Jesús que ganó la
Victoria sobre el pecado y la muerte para mi salvación. Te doy gracias por
enviar al Espíritu Santo que me da el poder, me guía y me dirige a la plenitud
de la vida. Te doy gracias por María, mi Madre Celestial que Intercede con los
ángeles y santos por mí.
Señor Jesucristo, me pongo
al pie de Tu Cruz y te pido que me cubras con tu Preciosa Sangre, que brota de
tu Sacratísimo Corazón y de tus llagas. Límpiame Jesús mío, en el Agua Viva que
fluye de Tu Corazón. Te pido Señor Jesús me cubras con Tu Santa Luz.
Padre Celestial: permite
que las aguas vivificadoras de mi bautismo, fluyan retroactivamente ahora, a
través de las generaciones de mi madre y de mi padre, para que purifiquen de
Satanás el árbol genealógico de mi familia. Vengo ante Ti Padre, y te pido
perdón por mí, mis parientes y mis antecesores, por cualquier poder que se haya
opuesto a Ti, o que no honra con verdad a Jesucristo. En el Santo Nombre de
Jesucristo, reclamo ahora cualquier territorio que fuera entregado a Satanás y
lo coloco bajo el Señorío de Jesucristo.
Por el Poder de Tu Santo
Espíritu revélame, Padre, cualquier persona que yo necesite perdonar y
cualquier área de pecado no confesado. Revélame los aspectos de mi vida que no
te agradan Padre, o detalles de la misma que le pueden dar a Satanás dominio
sobre mi vida. Padre, te entrego cualquier falta de perdón en mi vida y te
entrego mis pecados, te entrego todas las formas en que Satanás tiene atada mi
vida. Gracias Padre por estas revelaciones. Gracias por Tu perdón y Tu Amor.
Señor Jesús de Nazareth, en
Tu Santo Nombre, yo ato todos los espíritus malignos en el aire, en la tierra,
debajo de la tierra y en los abismos. En el Nombre de Jesús de Nazareth,
también ato todos los enviados del ejército (jerarquía) de Satanás. Invoco la
Preciosa Sangre de Jesús de Nazareth: rodee en el aire, la atmósfera, el agua,
la tierra y sus frutos, debajo de la tierra y los abismos que están debajo de
la misma.
Padre Celestial: Permite
que Tu Hijo Jesús venga ahora con el Espíritu Santo, la Virgen María y los
Santos Ángeles, para que me protejan de todo daño, y eviten que los espíritus
malignos tomen venganza de mí en cualquier forma.
En el Santo Nombre del
Padre: me sello, sello a mi familia, sello a mis parientes, sello este lugar y
todo el resto del universo, con la Preciosa Sangre de Jesucristo.
En el Santo Nombre de Jesús
de Nazareth: me sello, sello a mi familia, sello a mis parientes, sello este
lugar y todo el resto del universo, con la Preciosa Sangre de Jesucristo.
En el Santo Nombre del
Espíritu Santo: me sello, sello a mi familia, sello a mis parientes, sello este
lugar y todo el resto del universo, con la Preciosa Sangre de Jesucristo.
En el Santo Nombre de la
Santísima Trinidad: rompo y disuelvo cualquiera y todas las maldiciones,
hechizos, conjuros, acechanzas, trampas, mentiras, obstáculos, decepciones,
diversiones, influencias espirituales; deseos malignos, sellos hereditarios
(conocidos y desconocidos), y cualquier disfunción o enfermedad de cualquier
origen, incluyendo errores y pecados. En Nombre de la Santísima Trinidad, rompo
cualquier promesa satánica, pactos, ataduras espirituales, ataduras del alma y
obras satánicas (3 veces).
En el Nombre de Jesucristo
de Nazareth: rompo y disuelvo cualquiera y todos los lazos, y efectos de los
lazos con la astrología, clarividencias, curaciones por medio de la bola de
cristal, bolas, adivinos, mediums, la Nueva Era, videntes de ocultismo,
lecturas de la palma de las manos, hoja de té, o lectores de las cartas
“tarot”; psíquicos, santeros, cultos satánicos, guías espirituales, brujos y
Vudú. En Nombre de Jesucristo de Nazareth, disuelvo todos los efectos de
participación en sesiones espiritistas y de adivinación, la tabla Ouija,
horóscopos, juegos de ocultismo de todo tipo y cualquier forma de adoración que
no honra con verdad a Jesucristo de Nazareth.
Espíritu Santo: te ruego
reveles a través de la Palabra de Ciencia, el nombre de cualquier espíritu
maligno, en cualquier forma, que se haya unido a mí (hacer una pausa en
silencio y esperar que el Señor revele palabras como por ejemplo: la ira,
arrogancia, amargura, inseguridad, envidia, orgullo, resentimiento o terror.
Por cada espíritu revelado, diga la siguiente oración en voz alta).
En el Nombre de Jesucristo
de Nazareth: te reprendo espíritu de:_______, te ordeno que vayas directamente
ante Jesucristo de Nazareth, sin manifestarte contra mi y sin hacerme daño a
mi, ni a ninguna otra persona, para que el Señor Jesucristo pueda disponer de
ti, de acuerdo con Su Santa Voluntad.
Te doy gracias Padre
Celestial, por tu amor; te doy gracias Espíritu Santo por darme el poder de ser
agresivo contra Satanás y los espíritus malignos. Te doy gracias Señor Jesús
por hacerme libre. Te doy gracias Virgen María por interceder por mí con los
Santos Ángeles y los Santos.
Señor Jesús, lléname con tu
Amor, compasión, fe, gentileza, esperanza, humildad, gozo, generosidad, luz,
misericordia, modestia, paciencia, paz, pureza, seguridad, serenidad,
tranquilidad, confianza, verdad, comprensión y sabiduría. Ayúdame a caminar en
Tu Luz y Tu Verdad, iluminado por el Espíritu Santo, para que juntos podamos
alabar, honrar y glorificar a nuestro Padre en el presente y en la eternidad.
Porque Tú Señor Jesús
eres...”el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), y Tú...”has venido para que
tengamos vida y vida abundante” (Jn 10,10).
Dios es verdaderamente mi
salvación, confío en Él y no tengo miedo, porque mi fortaleza y mi poder están
en el Señor, que ha sido mi salvación (Is 12,12).
Amén. Aleluya. Amén.
Tema 3:
El mensaje de Benedicto XVI para la cuaresma
«Hemos conocido el amor que
Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16)
Benedicto XVI ha afirmado
que la fe y la caridad están íntimamente unidas, que una fe "sin obras es
como un árbol sin frutos" y que no se puede dar prioridad a una en
detrimento de la otra
Queridos hermanos y
hermanas:
La celebración de la
Cuaresma, en el marco del Año de la Fe, (La Fe según la Biblia
La Fe es un concepto judío
que se deriva de la palabra hebrea emuná que significa tres cosas:
firmeza, seguridad y fidelidad. Para el pensamiento judío, una fe que no
incluya seguridad o fidelidad, es lo mismo que separar el espíritu del cuerpo,
es decir: es una fe muerta (Stg 2:26). La fidelidad es la capacidad espiritual,
el poder o la virtud de dar cumplimiento a las promesas. La palabra firmeza nos permite referirnos a la estabilidad y fortaleza que presenta un
individuo como rasgo saliente de su personalidad, forma de ser.
Seguridad
Ésta es la definición de la fe dada en la carta a los hebreos: 1 es la confianza en algo o alguien
Ésta es la definición de la fe dada en la carta a los hebreos: 1 es la confianza en algo o alguien
"la Fe es la certeza
de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb 11:1)
Nos ofrece una ocasión
preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en
Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu
Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás. (Voluntad de Dios es un camino de sabiduría,
para discernir el bien y el mal con libertad; y así poder llegar a la vida eterna.)
1. La fe como respuesta al
amor de Dios
En su primera Encíclica
expuso ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos
virtudes teologales, la fe y la caridad (De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica (1822),
"la caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas
las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de
Dios".). Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos
conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» {1 Jn 4,16),
recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran
idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y (Cristiano
"No tenemos que pensar que se trata de un paquete de reglas, que cargamos sobre los hombros como una mochila pesada en el camino de la vida. Ser cristianos es tener una fe es sencilla y rica: creemos que Dios existe, que Dios cuenta. Es un Dios con un rostro, un rostro humano, un Dios que reconcilia, que vence el odio y da esa fuerza de la paz que nadie más puede dar. El no quita nada y lo da todo... Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. -Homilía 24 abril 2005, inauguración del Pontificado de Benedicto XVI)
"No tenemos que pensar que se trata de un paquete de reglas, que cargamos sobre los hombros como una mochila pesada en el camino de la vida. Ser cristianos es tener una fe es sencilla y rica: creemos que Dios existe, que Dios cuenta. Es un Dios con un rostro, un rostro humano, un Dios que reconcilia, que vence el odio y da esa fuerza de la paz que nadie más puede dar. El no quita nada y lo da todo... Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. -Homilía 24 abril 2005, inauguración del Pontificado de Benedicto XVI)
Puesto que es Dios quien
nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un
"mandamiento'', sino la respuesta al don del amor, ( Amor Cristiano - No es un Sentimiento, es un Estilo de Vida. El
amor cristiano es respeto por otros. Es misericordia. Es caridad.)
Con el cual Dios viene a nuestro encuentro» [Deus cantas est, 1). La fe
constituye la adhesión personal –que incluye todas nuestras facultades– a la
revelación (La revelación es la manifestación que Dios ha hecho a los hombres
de Sí mismo y de aquellas otras verdades necesarias o convenientes para la
salvación eterna) del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros
y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no
sólo comprende el corazón. (La Biblia dice que el corazón es el culpable de lo
que somos. De nuestro corazón sale toda clase de pensamientos y actitudes. Es
imperativo que como discípulos de Cristo, debemos de cuidar de nuestro
corazón—para mantenerlo sensitivo y abierto a la palabra de Dios. Conociendo la
naturaleza del corazón, debemos de arraigarnos al evangelio y permitir que Dios
purifique nuestro corazón a través de la sangre de Cristo, mediante la obra del
Espíritu y la Palabra viva de Cristo.) Sino también el entendimiento: «El
reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra
voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto
único del amor (Facultad del ser humano para gobernar sus actos, decidir con
libertad y optar por un tipo de conducta determinado.
Sin embargo, éste es un
proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por
"concluido" y completado). De aquí deriva para todos los cristianos
y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del
«encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu
al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento
por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de
su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a).
El cristiano es una persona
conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor –«caritas Christi
urget nos» (2 Co 5,14) –, está abierto de modo profundo y concreto al amor al
prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el
Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de
los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al
amor de Dios.
«La fe nos muestra a Dios
que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que
realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del
amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a
su vez el amor. El amor es una luz -en el fondo la única- que ilumina
constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib.,
39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica
de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por
ella» (ib., 7).
2. La caridad como vida en
la fe
Toda la vida cristiana
consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la
fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos
precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa
historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da
pleno sentido.
Sin embargo, Dios no se
contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos,
quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos
decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).
(“Ser cristiano es ser incorporado a Cristo, imitar a Cristo, ser otro Cristo
poder decir con verdad: ya no vivo yo… Cristo”)
Cuando dejamos espacio al
amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad.
Abrirnos a su amor
significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como
él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga
5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).
La fe es conocer la verdad
y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef
4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y
se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento
del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn
13,13-17).
En la fe somos engendrados
como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente
en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe
nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la
caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).
3. El lazo indisoluble
entre fe y caridad
A la luz de cuanto hemos
dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y
caridad. Estas dos virtudes teologales
están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o
una «dialéctica».
Por un lado, en efecto,
representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la
prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las
obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por
otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la
caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe.
Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el
activismo moralista.( El Fideísmo consiste en la doctrina,
profesada por algunos religiosos, de que a Dios no se
puede llegar por la razón, sino
sólo por la fe) Según
Benedicto XVI, es limitante poner demasiado el acento en la prioridad de la fe,
"subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad".
Pero por otro lado es "igualmente limitante sostener una exagerada
supremacía de la caridad" pensando que "las obras sustituyen la
fe".)
La existencia cristiana
consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después
volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de
servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios.( Subir al
monte es conocer la Voluntad de Dios. lo que importa es que arriba esta la
respuesta. Arriba Dios te levantara, te sanara, te libertara, te ungirá, te
santificara, te limpiara, porque Dios está arriba en las alturas, de arriba
vendrá tu respuesta, no de aquí en la tierra).
En la Sagrada Escritura
vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la
fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio
de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción,
simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta
y María, deben coexistir e integrarse (cf. Le 10,38-42). (“un efecto necesario
del amor”, siendo “la acción vehemente de quien ama para [asegurar] el objeto
de su amor”, celo inspirado por el amor de Dios, el esfuerzo ardiente o las
obras emprendidas para promover Su gloria)
La prioridad corresponde
siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar
arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se
tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la
simple ayuda humanitaria. (La
caridad es un sentimiento interno, profundo y grande, que emana del amor
fraternal elevado a su grado más culminante; es una manifestación espontánea de
ternura que brotando de lo más profundo del alma irradia una blanca llama en
torno de los seres a quienes presta auxilio comunicándoles calor, vida, alegría
y alumbrando su camino con caridad.
La solidaridad implica compasión, porque la
solidaridad permite acercarse a la realidad humana y social. Supone ver las
cosas y a los otros con los ojos del corazón, mirar de otra manera; conlleva un
sentimiento de fraternidad, de sentir la empatía por los otros. Gracias a la
solidaridad es posible brindarle una mano a aquellos que resultan menos
favorecidos con este tipo de situaciones)
En cambio, es importante
recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es
decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por
tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios,
hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación
con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona
humana.( El servicio del partimiento del pan nos transporta al pasado, a
nuestra salvación del pecado por medio de Cristo, lo cual fue hecho posible en
la cruz y con lo cual estamos relacionados por medio del bautismo)
Como escribe el siervo de
Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de
Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad
originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra
existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la
humanidad y de cada hombre (cf. Cantas en veritate, 8).
En definitiva, todo parte
del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el
anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto
–indispensable– con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para
después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.
A propósito de la relación
entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de San Pablo a los
Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por
la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de
Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura
suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de
antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10).
Aquí se percibe que toda la
iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la
fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra
responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las
obras de la caridad.
Éstas no son principalmente
fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan
de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol
sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente.
La Cuaresma, con las
tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a
alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra
de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en
la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las
indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.
4. Prioridad de la fe,
primado de la caridad
Como todo don de Dios, fe y
caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese
Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir
«¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (en el arameo era una palabra
compuesta que significa "Señor nuestro ven". Esta palabra era
utilizada en la Iglesia Cristiana de los primeros tiempos o apostólica , con un
propósito emblemático o lema distintivo de quienes mantenían viva la fe en la
promesa de la pronta venida de Cristo por segunda vez . Esta palabra era
utilizada también como un saludo motivador entre los hermanos, que se
fortalecían y recordaban mutuamente el deber de ser vigilantes y responsables
de mantener encendida la lámpara refulgente del amor por el Salvador y Señor
Jesucristo). (1 Co 16,22; Ap 22,20).
La fe, don y respuesta, nos
da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión
plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para
con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que
precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe
nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando
confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. ( la Biblia r no usa el concepto de la
muerte como una no-existencia;
en cambio, muerte significa “separación”. En cuanto a la muerte física, la Biblia hace referencia a la
separación del alma del cuerpo físico. En cuanto a la muerte espiritual,
connota la separación del alma de Dios,)
Por su parte, la caridad
nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace
adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de
Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el
Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial
para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).
La relación entre estas dos
virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la
Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a
la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que
constituye la plenitud del camino cristiano.
Análogamente, la fe precede
a la caridad, pero se revela germina sólo si culmina en ella. Todo parte de la
humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la
verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para
siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).
Queridos hermanos y
hermanas, en este tiempo de Cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar
el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de
Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este
tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo
torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en
nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada
uno y cada comunidad la Bendición del Señor. (Jesús enseña que la relación
espiritual es más importante que la relación carnal, y la relación con Cristo
se establece solamente por medio de hacer la voluntad de Dios: "todo aquel
que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano)
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